La historia se repite


Parece que la historia está volviendo a empezar. A principios de año, un virus llamado COVID-19 estaba devastando Wuhan, epicentro de la pandemia, mientras en el resto del mundo la vida transcurría con total normalidad. Sin embargo, hemos sido testigos de como esta enfermedad se ha llevado la vida de millones de personas a nivel mundial. A pesar de ello, China y otros países asiáticos menos afectados por el virus fueron los primeros en volver a la normalidad tras pasar por las fases a las que meses después tendrían que enfrentarse el resto de países del mundo. Europa fue el siguiente continente en sufrir las consecuencias del coronavirus, que afectaron con especial violencia Italia y España. Posteriormente se instalaría en EE. UU. y, finalmente, y como estamos viendo en la actualidad, en Sudamérica.

Ahora los distintos países del mundo, como digo a excepción de la parte sur de América, donde se encuentran en la peor etapa del virus, con un número muy elevado de muertos diarios, el resto del mundo esta comenzando a controlar la enfermedad y sus cifras de muertes y contagios se han visto reducidas de forma considerable, en algunos casos incluso llegando a ser inexistentes. Los gobiernos están empezando a instaurar la llamada “nueva normalidad” eliminando el confinamiento, abriendo el comercio y espacios culturales, reactivando así la economía y vida social de los ciudadanos. Además, uno de los acuerdos al que han llegado los países de la Unión Europa es abrir las fronteras a partir del 21 de junio, permitiendo así los viajes aéreos.

En esta vorágine de malas noticias que en la que el mundo lleva viviendo desde los inicios de 2020, la población empieza a ver la luz, pero ¿no estaremos cantando victoria demasiado rápido? Pekín ha informado recientemente de la aparición de un nuevo brote de COVID-19, aún más infecciosos que el anterior, en uno de sus mercados. La ciudad se ha visto obligada a aislar determinadas zonas del territorio y comenzar a desinfectar mercados y restaurantes para frenar la expansión de la enfermedad.

Sin embargo, y como pasó tras la primera aparición del virus, el resto del mundo parece haberse puesto una venda en los ojos, hacer oídos sordos y ser incapaz de mirar más allá de su propio ombligo. Como en el día de la marmota, la situación parece estar repitiéndose exactamente de la misma forma, pero con un punto de partida localizado en un lugar distinto y nadie parece haberse enterado de lo que puede suponer, nadie esta tomando medidas para adelantarse a las circunstancias que ya conocemos.

El lema de los políticos durante las fases finales de desescalada del confinamiento y estado de alarma está siendo enfocado en la fortaleza, preparación y conocimiento de la enfermedad para hacer frente a un rebrote, pero nadie se da cuenta de que el virus ya está resurgiendo, aunque sea en la otra punta del planeta. Es el momento de escuchar a los expertos, que ya la primera vez se quisieron adelantar a la situación y nadie les hizo caso, es el momento de tomar medidas antes de que volvamos a vivir los mismo de ayer.

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